Cuando llega el mes de octubre en Francia, los días se vuelven más frescos, las hojas cambian de color y el país entero parece transformarse en una postal. Es el inicio del otoño, una de las estaciones más fotogénicas del año, y también el momento de las vacances d’automne, conocidas como las vacaciones de la Toussaint.
Este período, que dura alrededor de dos semanas, representa mucho más que un simple descanso escolar. Es una tradición profundamente arraigada en la vida francesa, donde las familias aprovechan para reconectarse, disfrutar de la naturaleza y rendir homenaje a sus seres queridos.
Leyenda imagen: Vacances d’automne: cómo los franceses disfrutan el encanto del otoño.
En Francia, las vacaciones son una parte esencial de la vida cotidiana. A diferencia de otros países donde solo existen largos descansos en verano o invierno, los franceses disfrutan de vacaciones en las cuatro estaciones del año.
El calendario académico se organiza de esta manera:
Vacances d’été (verano): de julio a finales de agosto.
Vacances de la Toussaint (otoño): entre finales de octubre y principios de noviembre.
Vacances de Noël (invierno): en diciembre y enero.
Vacances de printemps (primavera): en abril.
Este equilibrio permite a los estudiantes, profesores y familias tener pausas regulares a lo largo del año. No se trata solo de descansar, sino de vivir el presente, un concepto muy ligado al llamado art de vivre à la française.
Los franceses consideran las vacaciones como un tiempo necesario para recuperar energía, disfrutar del ocio y cultivar relaciones personales, valores que forman parte de su identidad cultural.
Leyenda imagen: Flores y ofrendas por La Toussaint
Las vacaciones de otoño se sitúan alrededor del 1 de noviembre, fecha en la que se celebra La Toussaint (el Día de Todos los Santos). Es una tradición religiosa y familiar que invita a honrar la memoria de los seres queridos que ya no están.
Durante esos días, es común ver a las familias francesas visitar los cementerios para colocar crisantemos sobre las tumbas, una flor que simboliza el recuerdo y la eternidad. Las calles y mercados se llenan de sus colores: blanco, violeta, dorado.
Más allá de su aspecto espiritual, La Toussaint marca también una pausa emocional y simbólica: el verano ha quedado atrás, el ritmo del año se desacelera y las personas buscan espacios de calma antes de la llegada del invierno.
Aunque el clima ya empieza a refrescar, las vacances d’automne son perfectas para disfrutar del aire libre. Muchos franceses aprovechan para realizar actividades que combinan naturaleza, cultura y gastronomía.
1. Escapadas rurales y naturaleza
Los destinos rurales se llenan de visitantes que buscan tranquilidad. Las regiones de La Bourgogne, Alsace, Auvergne o la Bretagne se vuelven muy populares, especialmente por sus paisajes cubiertos de hojas doradas y viñedos en plena cosecha.
Es habitual hacer rutas de senderismo, visitar castillos medievales, o simplemente disfrutar de una chimenea encendida y un buen queso francés en una casa de campo.
2. Turismo cultural
El otoño también es una excelente época para visitar museos, monumentos y exposiciones. Ciudades como París, Lyon o Strasbourg ofrecen una amplia programación cultural: festivales de cine, exposiciones de arte contemporáneo y ferias gastronómicas.
Además, la afluencia turística es menor que en verano, lo que permite a los viajeros disfrutar de los lugares más emblemáticos sin multitudes.
3. Tiempo en familia
Muchos franceses prefieren quedarse en casa, descansar y pasar tiempo en familia. Las actividades domésticas cobran protagonismo: cocinar juntos, leer, ver películas o realizar pequeñas excursiones de un día.
Los niños disfrutan especialmente de este tiempo, ya que las escuelas organizan talleres de arte, manualidades o programas deportivos durante las vacaciones.
4. Halloween, una tradición adoptada
Aunque no es una festividad típicamente francesa, Halloween ha ganado terreno entre los más jóvenes. En muchas ciudades se organizan fiestas de disfraces, desfiles y eventos temáticos en parques o museos.
Para los franceses, esta celebración es una forma divertida de animar los días otoñales y de conectar con una tradición internacional, sin perder el espíritu familiar de la Toussaint.
Las vacaciones de otoño reflejan algo que caracteriza profundamente a la cultura francesa: la importancia del equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Los franceses no ven las vacaciones como un lujo, sino como una necesidad. Descansar, pasear, leer o simplemente no hacer nada es parte del bien-être (bienestar) que tanto valoran.
En otoño, este bienestar se manifiesta en pequeños placeres:
Un paseo por un parque cubierto de hojas.
Una taza de chocolate caliente en una terraza de café.
Una tarde tranquila viendo llover desde la ventana.
Cada momento cuenta, y cada estación ofrece una oportunidad distinta para disfrutar del presente.
Leyenda imagen: Viñedo en francia
Las vacances d’automne también impulsan el turismo local. Muchos franceses aprovechan para conocer rincones menos turísticos del país.
Durante esta época, los viñedos celebran las vendimias, y las regiones vinícolas como Bordeaux, Champagne o la Vallée de la Loire organizan degustaciones, ferias y visitas guiadas.
La gastronomía otoñal se convierte en protagonista: setas, calabazas, castañas, trufas y vinos jóvenes son parte de la mesa francesa en esta estación.
Leyenda imagen: Vacaciones familiares en otoño.
Después de las vacaciones de otoño, llega el invierno con su ritmo más pausado, las luces navideñas y las tradicionales vacances de Noël. Pero antes de eso, el otoño deja en los franceses una sensación de renovación: es el momento de respirar, de disfrutar los colores del paisaje y de recargar energías para lo que viene.
Más allá de su calendario, el otoño en Francia es una invitación a vivir con calma y apreciar los detalles.
Los franceses saben que cada estación tiene su encanto, y que las vacaciones no solo sirven para detener el tiempo, sino para reconectarse con lo esencial.
En esa pausa entre la rentrée y la Navidad, las vacances d’automne representan una hermosa metáfora del equilibrio francés: trabajar, descansar, compartir y disfrutar —todo con elegancia, gratitud y ese toque inconfundible de joie de vivre.
